Las inquietudes y las zozobras laborales pueden sacar lo mejor y lo peor de todos.
O al menos quiero creer que las obras pictóricas encontradas en el baño de los hombres son la forma de alguien de enfocar su incertidumbre.
Eso quiero creer pero algo me dice que hay más, dado que las citadas obras son un referente (con nombre y todo) gráfico de mi compañera de oficina y de mí.
Sin ropa.
Mi compañera no se traga el cuento de la inquietud.
- ¡Se la están jalando a nuestras expensas!
Y por mí se la pueden arrancar.
No.
No se la pueden arrancar por mí.
Ahí está el detalle.
Me niego.
Entiendo que el respeto a la chaqueta ajena es la paz, pero ¿chaquetearse a costa de otros? No hay derecho. Menos si no hay pago de derechos.

Pinchis lepes.
No sé si debería sentirme agraviada.
O verlo como lo planteaba, un escape a las preocupaciones diarias.
Además si me pongo a reclamar el uso de mi imagen para fines pórnicos ¿qué tal que se me aparezca la fila de batos -y morras, también- a los que he usado para lo mismo?
No. Luego salgo debiendo.


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