Dejé de trabajar para una escuela un día antes de que William naciera. Meses después me incorporé a otro centro educativo. No tenía seguro social entonces. Era una práctica habitual para los maestros que dábamos clases por hora, que sólo se nos pagaran las horas trabajadas y no se nos diera ninguna clase de prestación. Por ese motivo tuve que meter a William a una guardería particular.
Un día fui a recogerlo y me pareció ver su cabecita un poco inflamada, pero no me dijeron nada, si se había golpeado contra algo mientras gateaba o algo así. Ya en casa, después de bañarlo, vi que había aumentado la inflamación así que corrimos al hospital con él.
Después de dos radiografías encontraron que tenía una fractura en el cráneo.
Como yo era bastante inocente y estúpida, no creí que de la guardería me habrían ocultado información así que me culpé por una caída que William había sufrido una semana antes. Me sentía fatal, por supuesto. Estuvimos en el hospital un par de días para que estuviera bajo observación y además esperando al neurocirujano para que le hiciera una revisión más exhaustiva.
Después de revisarlo, estuvimos platicando un rato. Me tranquilizó saber que la caída que había sufrido mientras yo lo cuidaba no era la causante de la fractura. La fractura es reciente, me dijo, y si el niño está en guardería no le van a decir que se les cayó, porque para una fractura de ese tipo se requiere que un niño se caiga de los brazos o de la cuna. Por fortuna los bebés sanan rápido y no requieren más que ciertos cuidados en lo que eso sucede. Habría que, en lo sucesivo, ver si presentaba algún retraso en el desarrollo del lenguaje o problemas psicomotores para darle atención, lo cual sucedió, pues hubo que llevarlo a terapia de lenguaje algún tiempo y hasta la fecha arrastra algunos problemitas con las palabras.
Éramos jóvenes y estúpidos y nunca reclamamos o demandamos a la guardería.
Algunos meses después nació Harry y yo me integré a trabajar a otra escuela, donde tampoco nos daban seguro social, pero no volvería yo a pasar por la experiencia de las guarderías privadas (la niña de mi hermana por esas fechas también había tenido una pésima experiencia en una de ellas) así que en cuanto pude acudí a RH donde negocié que me dieran el seguro social y que me descontaran de mi nómina (o sea, pagué un derecho que de antemano me correspondía).
Al tiempo abrieron una guardería con servicio para madres trabajadoras, muy cerca de mi casa. Encontré lugar para mis dos bebés y pasé una semana en el área de Harry, ayudándolo a aclimatarse. No fue difícil. Tenía apenas cinco meses de edad. A lo que no se acostumbró tan bien fue a los chupones de los biberones de ahí.
Era esta guardería una de las muchas guarderías subrogadas que empezaron a surgir por todos lados, por la demanda tan alta del servicio y la incapacidad (voluntaria o involuntaria) del IMSS por cubrirla.
Mis dos bebés fueron un par de niños felices en esa guardería. Me di cuenta que el llanto de los bebés no se escuchaba como en la particular, que era constante y en diversas intensidades. Me di cuenta que aquí William a veces no se acababa la comida --en la otra SIEMPRE terminaba todo--, y de que Harry no estaba creciendo al ritmo regular de los demás bebés. Me apoyaron mucho cuando William comenzó a hablar y cuando Harry no lograba aprender a caminar. Además me encantó cómo no descuidaban la parte educativa del proceso del cuidado. Les enseñaban cosas diferentes cada semana y los papás sabíamos qué estaban aprendiendo y podíamos contribuir en esta estimulación. Me gustó especialmente cuando abordaron el tema de los juguetes tradicionales y dejaron que todos, tanto niños como niñas, se acercaran a ellos, los descubrieran y jugaran con lo que les llamaba la atención. Me gustó más cuando la coordinadora pedagógica de la guardería fue encarada por una mamá por dejar que su hijo jugara con muñecas, y la forma en que le respondió.
Conté además con la suerte de que una de las cocineras era amiga de mi mamá y la nutrióloga, una vieja amiga mía, quienes me tenían al tanto de lo bien atendidos que estaban los niños en todos los sentidos.
Recordé todo esto con motivo de este aniversario. Lo recordé además porque también me ha tocado leer o escuchar comentarios de que los padres son los responsables de la muerte de sus hijos en la Guardería ABC, al no haber revisado bien las instalaciones donde serían cuidados sus hijos.
Las normas de esos lugares funcionan así: ningún adulto ajeno a la guardería puede entrar a ella y eso me parece perfectamente bien. La excepción son las madres o padres de los bebés de nuevo ingreso, a quienes se les solicita que se queden por unos días durante varias horas con los bebés con el fin de irse adaptando, tanto los padres como los bebés. Esto también me parece muy bien. Si se cuenta con la suerte de que la guardería ha sido recién inaugurada, a lo mejor nos invitan a los padres a conocer las instalaciones, si no, debemos confiar en que las revisiones por parte de las autoridades son adecuadas y confiar en los permisos y certificados pegados en las paredes, porque para eso ya existen organizaciones que hacen su trabajo de evaluación de riesgo mucho mejor que los que los padres podrían hacer.
A la dueña-directora de la guardería la traté poco. Ella estaba a cargo de todo lo administrativo y siempre la vi trabajando, ocupada, manteniendo el orden y muy preocupada de que todo estuviera bien para las inspecciones. De hecho todo debía funcionar perfectamente para no ser sancionados. Supongo que no tenía ningún contacto o pariente importante y por eso se preocupaba.
Los papás y mamás tenemos que confiar en que el sistema funciona y hacer algo cuando deje de hacerlo (después de que mis hijos entraron a la primaria, mi amiga renunció a su puesto como nutrióloga porque el IMSS recortó los ingresos de cada niño y a ella le costaba muchísimo trabajo alimentar a los niños como antes lo hacía, en esas condiciones).
No soy tan joven ya y espero ser menos estúpida que antes.
Mis hijos hace mucho que dejaron la guardería pero esto no debería hacerme indiferente al hecho de la problemática que representa que las autoridades no hagan su trabajo como es debido; que no asuman la responsabilidad de inspección y sanción de las otras guarderías, las que prestan servicios particulares y abusan de su espacio y sus empleadas, hacinando a 20 bebés bajo el cuidado de una persona (en las del seguro eran diez bebés con tres cuidadoras); que pasen por alto el bienestar de nuestros bebés --todos los bebés son nuestros bebés--; que flexibilicen de tal manera los esquemas de contrataciones que las madres no consigan acceso al seguro social y a una guardería con un cuidado decente para sus hijos; que este cuidado sea deficiente o insuficiente; que no responda a las necesidades de las mujeres trabajadoras en materia de horarios...
¿Qué hacer?
El
Movimiento por la Justicia 5 de Junio menciona, entre las formas de ayudar, la de poner en práctica la
Iniciativa Guardería Confiable en todas las ciudades y el objetivo de esta iniciativa es que tanto padres de familia, como directivos de las estancias y las autoridades, trabajen juntos en el monitoreo de los servicios que prestan, trabajando por el fortalecimiento de la calidad y en consecuencia, de la confiabilidad.
Otros padres se han organizado como los
Padres vigilantes y como dice su página, ellos se organizan para cuidar a quienes cuidan a sus hijos.
Si bien no todos somos padres o madres o tenemos a nuestros hijos en guardería, sí hay formas de apoyar desde afuera y en las páginas se encuentran las formas para hacerlo.
Mientras escribo esto se me ocurre que la Iniciativa Guardería Confiable sería un excelente "extra bonus" a un producto que queremos ofrecer en estancias infantiles y centros educativos, por parte del despacho al que presto mis servicios.
En fin, hay formas de apoyar, directa o indirectamente.
Y claro, no quitar el dedo del renglón en la otra parte, en el que se finquen responsabilidades y se haga justicia.
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Viaje al pasado...

William en un Día del Niño y Harry (el nene de la izquierda) recién despertado para la foto del coro de una obra navideña en la guardería.

Harry con el Padre de la Patria y William de borreguito en una primavera muy fría que tuvimos.

Harry, chorreado de algún jugo o bebida festiva que ameritaba la ocasión.