Ayer fui a la escuela de los niños a externar mis inquietudes sobre un torneo de fútbol en el que van a participar. Yo no voy a la escuela a quejarme, yo voy a externar mis inquietudes y en algunos casos, mis preocupaciones, así, toda linda y bienintencionada. Y de paso, fui a preguntar si los niños de la escuela participarían en el torneo de ajedrez, porque William tenía muchas ganas de entrar. Me dijeron que no y pues ni pedo, al otro año sería.

Hoy en la mañana recibí una llamada telefónica del director general de la escuela avisándome que algunos niños sí participarían en el torneo de ajedrez y que William era de los elegidos.
Me quedé pensando.
Las instituciones educativas saben dos cosas por seguro:
1. Hijo de maestra, hijo de lo peor. (Me lo compartió mi maestra de ESEM del bachi) y
2. Las madres que son maestras pueden convertirse en tu peor pesadilla, o en el mejor de los casos, un excelente enemigo.
Pero yo no tengo madera de enemigo.
Las maestras de los niños de la otra escuela llegaban conmigo gritando ¡Hijadetuchinacamadre, casi ahorco a Harry en la mañana! y yo toda dulzura y paciencia: Adelante si eso te hace sentir mejor, pero debo recordarte que es tu alumno, es mi hijo y es ilegal. Ya investigué.

Sin embargo, dentro de cada maestra o maestro, cada director o directora, se desarrolla un diálogo interno a la hora de hablar con las madres de sus alumnos que incidentalmente son maestras. Más que diálogo interno es algo así como telepatía. Pongo un ejemplo:
La semana pasada fui a pedirle al director que me permitiera inscribir a Harry en el concurso del Quijote, que sí, que yo sé que se terminó el tiempo de inscripción, pero que al niño se le había perdido la papeleta, que le diera la oportunidad. Eso dije pero el director escuchó: Mire, no me venga con pendejadas si yo sé muy bien que las inscripciones cierran hasta el día 31 del mes, así que no sea güebón, encienda esa computadora e inscríbame al niño. ¡Yo sé de eso!
A lo que el director reaccionó escribiendo rápidamente algo en una hoja que después me mostró, diciéndome: No se preocupe, mire, aquí está la lista de niños inscritos y ahí está su hijo. En tinta azul y no negra como los nombres de los demás niños. Mmmm...
Pues volviendo a lo del ajedrez, se lo comenté a Fefé y después de pensarlo me dijo:
- Saben que eres maestra ¿verdad?
- Sí.
- ¿Sabes que te están dando por tu lado?
- Eso pensé.
-Mmj.
- Mmj.
Y yo aborrrrrrrrrrezco que me den por mi lado. Pero como bien me dijo una vez un amigo: Reina, que te den por tu lado, por el otro, pero que te den.
Y ha de tener razón.

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