Llegué ayer de la calle sólo para darme cuenta que Harry, con aspiraciones de filatelista, encontró mi cajita de cartas y se puso a recortar todas las estampillas que encontró. Ante el destripadero postal sólo me quedó suspirar y pensar que al menos, para algo han de servir los sobres ahora.
Me quedé pensando en tantas cartas escritas y recibidas que no pude evitar la tentación de comprar unos sobres en mi visita a la papelería.
Y ahora... ¿que no tengo quien me escriba?

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