"Usa el cinturón, flaca, úsalo."

Así se despidió esta mañana Enrique de la Flaca, después de una conversación telefónica de cinco minutos que finalmente nos dejó algo tranquilos.

Ayer por la tarde pasamos por una funeraria. Me llamó la atención la cantidad de jovencitos que estaban reunidos en el lugar y me dejó muy inquieta. En un Oxxo compramos el periódico y en la primera plana apareció el cabezal de una noticia: "Mueren dos estudiantes en accidente". Busqué la noticia y leí los nombres de los jóvenes. No me parecieron conocidos. Pero junto al de ellos apareció el nombre de Enrique, que había sufrido en el mismo accidente, lesiones de consideración.
Esta mañana le pregunté a la Flaca, compañera de Enrique en su época de secundaria, cuando él era nuestro alumno, si sabía algo sobre él. No sabía sobre el accidente así que estuvimos tratando de comunicarnos a su casa durante dos horas hasta que finalmente nos respondió y nos hizo saber que se encontraba bien.
Respiramos tranquilos.
A esa misma hora la maestra de francés me pidió que hablara con un estudiante, José. Él me contó que el sábado se habían ido a Aldama. Y de regreso venían tomados. Tomaron algunas brechas para que no los detuvieran y salieron justo en el lugar donde el auto del accidente se hallaba volcado. Vieron a Enrique y se bajaron a ayudar. Les tocó sacar dos cadáveres y liberar de los fierros a otro jovencito, que perdió un brazo en la voltereta. Les tocó hablar a las familias de los chicos para avisar del accidente. Y les tocó ir a la escuela como si nada hubiera pasado.

No hay moraleja.
Como si uno pudiera tomar ventaja de una o dos muertes, para el sermón del lunes.

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