a veces tengo dudas que se me pegan como tonadilla de cancion pegajosa
me decía un amigo hoy.

Yo siempre he sido medio obsesiva.
Esta mañana me preguntaron cómo se dice "beso" en francés y estuve dándome de golpes contra el escritorio por tres horas seguidas hasta que finalmente lo recordé. Eso es cuando tengo suerte.
Cuando no tengo, procuro tener el interné a la mano, si no, no respondo de mí.
Claro, hay que saber buscar, pero Google hace casi todo el trabajo.
Mi última duda me asaltó a las 7 de la madrugada el lunes pasado.
Yo iba manejando tranquilamente rumbo a mi trabajo cuando me encontré un bocho pintado como el famoso Herbie, de las películas de Disney. Me dio mucha risa ver que era empujado por la parte trasera por su conductor y me arrepentí de no traer la cámara a la mano. Pensar que es lo Ultra de las exhibiciones de la VW.
Total, que uno no espera en pleno lunes, sin deberla ni temerla, ser atacado por una duda, pero así son ellas. Se parecen a mi alumno El Borre cuando quiere salir al baño en mi clase.
Una cosa lleva a la otra, de Herbie pasé mágicamente a Harry Potter (no tengo idea por qué), luego recordé a Alan Rickman y salté a aquella tarde de 1992, en que tirada en la cama de mi madre, trataba de sacudirme los últimos mocos que se resistían a salir de mi nariz. Como la duda.
No tenía gripa, no estaba enferma, simplemente me había pasado las dos últimas horas llorando por culpa de una película que acababan de pasar en la tele. Recuerdo el nombre pues tuve la suerte de verla desde los créditos iniciales. Se llamaba Truly Madly Deeply.

A las siete de la mañana en plena avenida de la Cantera, me dio por llorar. Pero no por el recuerdo de la historia. Había algo más a lo que tuve que escarbarle durante toda la mañana. Después de varios golpes contra el escritorio di con la razón:

Si de pronto no existes,
si de pronto no vives,
yo seguiré viviendo.
No me atrevo,
no me atrevo a escribirlo,
si te mueres.
Yo seguiré viviendo.
Porque donde no tiene voz un hombre
allí, mi voz.
Donde los negros sean apaleados,
yo no puedo estar muerto.
Cuando entren en la cárcel mis hermanos
entraré yo con ellos.
Cuando la victoria,
no mi victoria,
sino la gran victoria
llegue, aunque esté mudo debo hablar:
yo la veré llegar aunque esté ciego.
No, perdóname.
Si tú no vives,
si tú, querida, amor mío,
si tú te has muerto,
todas las hojas caerán en mi pecho,
lloverá sobre mi alma noche y día,
la nieve quemará mi corazón,
andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
pero seguiré vivo,
porque tú me quisiste sobre todas las cosas
indomable,y, amor,
porque tú sabes que soy no sólo un hombre
sino todos los hombres.
En la película, Juliet Stevenson sabe español y ayuda a una pareja de inmigrantes centroamericanos radicados en Londres.
El poema, de Neruda, que ella le ha enseñado a su pareja (Alan Rickman) lo recita él entre lágrimas y un pésimo español al momento de la despedida.
Por supuesto que no me aprendí el poema de memoria después de ver la película, pero en casos como esos, si los golpes no sirven, es cuando entra el interné.
Y uno sólo escribe: Truly madly deeply movie poem ¡Y ya está!
No es difícil encontrar estas cosas perdidas en la cibercarretera.
Lo sorprendente es encontrar de repente, a las siete de la mañana en plena avenida, un recuerdo perdido en la cabeza que todavía consigue conmover a su huésped.

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