Palabras más, palabras menos.

Interlocutor 1: Oye, ¿qué pasó anoche?
Interlocutor 2: ¿De qué, o qué?
1: ¿Nos emborrachamos mucho?
2: Mmmm... No sé, no me acuerdo, ¿por qué?
1: Es que me encontré unas fotos en mi cámara muy comprometedoras.
2: Este... y ¿así como de qué?
1: Pues era el comienzo como de una orgía.
2: ¡Ah, cañón! Tons lo que pensé que había soñado, no fue un sueño después de todo.
1: No. Traigo cruda.
2: ¿Sabes? Me estoy acordando de algo... sí. Sí nos emborrachamos. Creo recordar que a media borrachera comenzamos a organizarnos para editar una revista.
1: ¿Una revista? ¡NOOOOOOOOOOOOOO! Nos salió lo intelectual chafita.
2: Ough. Tengo cruda intelectual.

* * * * *
Y para que no quede duda sobre mi chafez, les cuento que mi jefe llegó hoy diciéndome: ¿Sabes quién es Perengano de Tal? Y yo que lo sé todo porque mi eneatipo es el cinco, respondí: Ah, claro. Él escribió el guara guara de la guara, ¿por qué?. Continuó mi jefe: Porque me habló ayer (así es él de cosmopolita - y fue a Nueva York y lo único que me trajo fue un pinche llavero-) y me pidió que le rentara un salón para sus talleres literarios. Y yo le dije que no le cobraba si me becaba a dos maestros en su taller. Y ya te apunté.
Así es señores. Así se vislumbra el camino hacia la intelectualidad chafita: Primero un taller literario y luego una beca.
Ya puedo tener una revista.

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